domingo, 12 de abril de 2009

Para Medellín, un antes y un después de la Asamblea del BID 50 años

El alcalde de Medellín, Alonso Salazar, y la alcaldesa de Milán (Italia), Letizia Moratti, firmaron en el Parque Biblioteca España, del barrio Santo Domingo, un convenio de cooperación internacional sobre medio ambiente, desarrollo económico, seguridad y convivencia, y moda. / Foto Carlos Vidal, Alcaldía de Medellín

Por Luis Fernando Vargas-Alzate
Profesor de Relaciones Internacionales Latinoamericanas en la Universidad EAFIT
lvargas3@eafit.edu.co

OPINIÓN. Medellín, la ciudad primaveral del país, la que en su área metropolitana posee ya el número de habitantes de las grandes ciudades del globo, se ha convertido en el epicentro de las grandes reuniones en Colombia. Primero fue la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), una cumbre sin precedentes en la historia de la ciudad, y ahora la Asamblea de Gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la celebración del quincuagésimo aniversario de la institución y la Asamblea de la Comisión Interamericana de Inversiones (CII).

Estamos hablando palabras mayores que todavía resultan difíciles de asimilar, incluso, en la primera ciudad del país y capital de la nación, Bogotá. No obstante, no se trata de absurdas rivalidades sino de mirar cómo la segunda ciudad del país está ya a la altura de las grandes ciudades latinoamericanas y se convierte gradualmente en un atractivo para la realización de eventos de todo tipo.

Lo anterior ocurre 20 años después de que Medellín se hubiese considerado la ciudad más violenta del mundo, con el cartel de la droga más peligroso existente jamás y con toda una maquinaria de mercenarios que estaban prestos a asesinar a quien fuera necesario. Pero la ciudad cambió y ahora, sólo basta ver lo internacional que se ha vuelto, para señalar que aquel lema fajardista que indica un cambio “del miedo a la esperanza”, es completamente real.

Escuchaba, a propósito de la cumbre del BID, a mucha gente criticando la gestión de la administración Salazar y un supuesto “gasto innecesario” de varios millones de dólares en la realización del evento. Incluso hubo hasta quienes señalaron que escondimos indigentes e impedimos que las personas de la calle fueran vistas por los visitantes.

Particularmente, me topé con dos “hombres de la calle” mientras caminaba hacia Plaza Mayor a participar en el Diálogo Interamericano sobre Inversión Extranjera y estuve tentado a preguntarles al respecto. Mi curiosidad me llevaba casi a preguntar dónde quedaba el sitio de reclusión de indigentes. Por sentido común, lo ignoré.

Ante afirmaciones como éstas, carentes incluso de fundamento, viene mi reacción: seguimos siendo una ciudad con un alto grado de miopía frente a los procesos que el mundo vive hoy, seguimos pensando todo en términos de gasto y nunca de inversión, nos mantenemos en la idea –completamente absurda- de que aprender inglés es brindar la posibilidad para una dominación (colonización) gringa de nuestra sociedad, y lo peor, nos mantenemos como sociedad en la idea de que las instituciones financieras para el desarrollo son unos monstruos creados para comerse vivas nuestras economías, sin preguntar quién vive de ellas. Las cosas eventualmente rayan en lo absurdo.

Por supuesto, es claro que ese tipo de instituciones no son casas de beneficencia ni mucho menos, pero si el Estado intenta hacer esfuerzos para que del diálogo con esta serie de instituciones surjan iniciativas importantes en términos de asistencia técnica y cooperación económica, ¿por qué un porcentaje de la población se empeña en negarse a esas posibilidades? Podría todo justificarse desde la historia del sistema financiero internacional.

Sin embargo, tendría que decir que ese es el argumento más facilista con el que pudiéramos salir hoy cuando los tiempos, las circunstancias y las condiciones son totalmente diferentes.

Concierto de clausura de la 50 Asamblea del BID. El músico invitado fue Carlinhos Brown, de Brasil. / Foto Andrés F. Manrique, Alcaldía de Medellín
El futuro de la ciudad
Después de todo esto que ha vivido Medellín, la pregunta que aparece en las mentes de sus habitantes está directamente relacionada con lo que sigue: ¿Qué viene para Medellín en los próximos años? Seguramente más éxitos, puesto que la minoría que se opone a toda esta serie de eventos internacionales está cada vez más débil, ya casi ni se les escucha (a pesar de contar con el aval de partidos políticos que se oponen a toda propuesta que surja del actual gobierno nacional).

Podría señalarse que cada vez que un evento se realiza se apaga más la voz de dicha minoría, dado que a quienes aman la ciudad seguramente les interesará que ésta se venda y que su gran imagen recorra el mundo para que, a través del turismo, la empresa y el desarrollo económico sea factible continuar por la línea del desarrollo social.

Dentro de un año Medellín vivirá otra gran reunión de carácter continental. Es casi como pensar en los Juegos Olímpicos de América Latina. La ciudad se está preparando en inversión en el sector de la construcción, adecuando escenarios, construyendo espacios para vivienda (incluso la villa olímpica se está desarrollando en Robledo, no en El Poblado para quienes así lo están imaginando) y en el tema de vías de comunicación.
Además, hay inversión en algo clave que a los gobiernos progresistas de hoy es inherente, la educación de su gente. Lo más satisfactorio de ello es que a la gente de Medellín no se le educa en contra de su voluntad. Por el contrario, casi sin darse cuenta el ciudadano de Medellín ha comprendido que por simple sentido común no se arrojan basuras al piso, se saluda y se es cordial cuando se transita por la calle. Por inercia se llegó a eso, pero no porque no se hiciera nada, sino porque el trabajo se hizo tan bien que pocos nos hemos dado cuenta.
Pasaron la OEA, el BID y otra serie de eventos no menos importantes, pero Medellín sigue ahí, a la espera de que todo se revierta en una inigualable calidad de vida para sus más de tres millones de habitantes (área metropolitana).

Lo mejor de todo es que ya no es El Poblado lo único que se muestra, pues con altos funcionarios del BID tuve la opción de estar arriba, en lo más alto de occidente, en la última estación del Metrocable, donde se comprende que pobreza en Medellín sí hay y no poca. ¿Acaso por culpa del BID?