jueves, 2 de abril de 2009

¡Congrio a la catalana para el señor Clinton, por favor!

Al terminar la cena, en su visita a Medellín, el ex presidente norteamericano destinó un par de minutos para tomarse fotos y conversar con el personal del restaurante La Provincia. / Foto cortesía Sara Caicedo

Por Laura Lucía Restrepo E.
lrestr55@eafit.edu.co

Un grupo de carros y motocicletas llegó de repente a la calle 4 sur con carrera 43A y en un abrir y cerrar de ojos toda la cuadra quedó cubierta de policías. Estaban de civil, uniformados y otros más acompañados de perros antiexplosivos que husmearon por todos lados tratando de detectar si por allí había escondida alguna bomba.

El operativo tomó por sorpresa a todos en esa vía, localizada a una cuadra del Centro Comercial Oviedo, en la exclusiva “milla de oro”, en el sector de El Poblado, de Medellín.

Al comienzo, los vecinos se asustaron pero luego cayeron en cuenta que podría tratarse de la llegada de alguien importante al restaurante La Provincia. Al fin y al cabo, ese es un lugar visitado por personajes famosos, diplomáticos, políticos y caras conocidas en los medios de comunicación.

Eran las siete de la noche del sábado 28 de marzo y los únicos que sabían quién llegaría más tarde era el personal administrativo y de atención del restaurante.

Los vigilantes de las urbanizaciones que hay en el sector se sorprendieron cuando los agentes entraron a los parqueaderos con los perros para que su olfato indicara si existía algún tipo de peligro, pero todo salió bien.

Mauricio, quien estaba de turno en la portería de la unidad residencial ubicada al frente del restaurante, colaboró con las labores de rigor de la Policía pues sabía que eran medidas que debían tomarse. Luego se encerró en su puesto de trabajo y no le interesó pararse en la reja del parqueadero para ver la fila de camionetas y carros lujosos parqueados en la calle.

Cuando Mauricio decidió asomarse vio que en la acera del frente estaba parado el mismísimo Bill Clinton hablando tranquilamente por celular.

Una cena para doce comensales
“Ahí estuvo parado como 15 minutos”, explicó el vigilante. Sin embargo, y como era de esperarse, los escoltas no se despegaron de él mientras hablaba por teléfono.

Muchos de los meseros no habían tenido la oportunidad de recibir a un personaje internacional de la talla de Clinton, conocido por haber sido presidente del país más poderoso del mundo, por su carisma y por un escándalo personal con una chica que trabajó en la Casa Blanca.

Todos esperaban ansiosos y querían prestar el mejor servicio, observarlo discretamente y, si era posible, tomarse fotos con él.

El restaurante había sido reservado por completo. Se esperaban 20 personas que acompañarían al ex presidente, pero sólo llegaron 12 y seis más que se encargaban de su seguridad.

Doña Aida Gutiérrez fue la persona elegida para atenderlo con la ayuda de una traductora que trabaja para el restaurante: su nivel de inglés no es lo suficientemente bueno para que lo hiciera sola.

Como era de esperarse, la seguridad se sintió en todo momento; sin embargo, no hubo necesidad de cerras las puertas ni las ventanas del lugar, como muchos lo exigirían. Clinton no lo quería así, no quería estar aislado sino dispuesto a recibir a aquel que quisiera acercarse a saludarlo o a preguntarle cualquier cosa, asegura el personal del restaurante.

“Hubo una cosa diferente y fue menos seguridad y menos aviso que cuando viene el presidente Uribe. Por el contrario, nos decían que no le dijéramos a nadie que venía Bill Clinton”, comenta doña Aida.

Los platos de comida de mar ocuparon las mesas de los clientes esa noche después de haber sido revisados minuciosamente por un agente de la Policía. Muchos comieron langostinos y tomaron vino.

Clinton pidió un congrio a la catalana y fue el único que ordenó pescado. El congrio es un pez alargado, parecido a la anguila de mar y hay dos variedades: de piel negra y de piel gris. Los cocineros más expertos recomiendan que si hay opción se debe pedir el de piel negra pues su carne es más fina y sabrosa. Y es considero un “pescado azul” porque es semigraso.

Al finalizar, Clinton se tomó un café que, seguramente, no podía dejar pasar estando en Colombia. La cuenta fue de dos millones y medio de pesos.

Después de ser cancelados hubo un pequeño momento aprovechado por las personas que había en el lugar y por los empleados del restaurante para hacerle un par de preguntas y tomarse fotos con él. Era una oportunidad única de la cual querían llevarse un recuerdo.

Las seis meseras que estaban trabajando en ese momento coincidieron en decir que es una persona muy agradable, tranquila y amable, que parecía sentir mucha seguridad de sí. Según les comentó el ex mandatario, la visita a la ciudad fue muy grata. Para el restaurante representó gran prestigio.

Esa noche, todos los empleados regresaron a sus casas con la alegría de haber tenido al frente y haber compartido un poco con alguien que, hasta ese momento, solo habían podido ver en la televisión o en alguna revista. Y que, es lo más posible, jamás volverán a ver personalmente en su vida.

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